Con la vuelta al cole, también han llegado uno de los momentos del año con mayor gasto para las familias. Se trata de un momento en el que solemos recurrir o bien a ahorros o bien a diferentes modelos de financiación incluyendo la tarjeta de crédito.
Elegir la tarjeta de crédito como herramienta de financiación para los gastos motivados por la vuelta al cole puede ser una buena o muy mala elección dependiendo de algunas características, y, sobre todo, dependiendo del tipo de tarjeta de crédito elegido.
Por qué tener cuidado con el tipo de tarjeta para financiar las compras
Aunque técnicamente tengan otro nombre, vamos a tratar de utilizar definiciones sencillas para explicar bien estos motivos.
Deberíamos distinguir, a la hora de financiar cualquier cosa, en este caso los gastos provocados por la vuelta al cole, entre las tarjetas de pago aplazado con límite de fecha de aplazamiento y las tarjetas de pago aplazado con cuota sistemática o revolvíng.
Una tarjeta de pago aplazado sin intereses si puede ser interesante para este tipo de financiación. Se trata de un tipo de tarjeta que nos permite aplazar un pago hasta el límite del importe del crédito. Generalmente, este aplazamiento no suele ser superior a 30 días, y de manera excepcional en algunas tarjetas puede llegar a ser de hasta 60 días. La principal característica es que este tipo de pago aplazado no supone intereses. Sin embargo, el inconveniente a tener en cuenta es que el pago debe ser abonado de manera íntegra en el periodo límite de aplazamiento, es decir los 30 días o los 60 días en su defecto.
Una tarjeta de crédito de pago aplazado con cuotas, nos va a permitir dividir el pago en diferentes cuotas. Por ejemplo, si tenemos un límite de 1000 € y gastamos a crédito los 1000 €, teóricamente, asumiremos 10 cuotas de 100 €. Sin embargo, obviamente esto no es así ya que entran en juego los intereses. Y esta es la parte negativa y a tener en cuenta a la hora de financiar cualquier gasto con una tarjeta de crédito de pago aplazado con cuotas e intereses.
Hay que tener en cuenta que los intereses, dependiendo del producto, de tipo de aplazamiento es un periodo de duración, pueden ser hasta de 24% o incluso ligeramente más sin que se llegue a considerar usura. A partir del 25% se puede considerar usura y de hecho es denunciable. El peligro de estas tarjetas no está sólo en el enorme sobrecoste que supone una compra, imagina que lo que vas a pagar va a costar un 25% más, también en lo que supone de asumir una suerte de financiación a crédito constante. Son tarjetas que una vez amortizada una cuota permiten volver a disponer de ella, esto, que es cómodo, es a la vez muy caro.
Pero, además, no solamente se trata de los costes que los intereses suponen, también hay que valorar las enormes comisiones, gastos y penalizaciones que, por ejemplo, devolver una cuota a destiempo puede llegar a suponer.
En definitiva, si bien las tarjetas son un instrumento útil y a tener en cuenta para cualquier tipo de gasto, hay que valorar que las tarjetas de crédito como un mecanismo de financiación tal vez no sea la mejor herramienta. Piensa que, probablemente, la misma entidad financiera que puede ofrecer un préstamo personal a la mitad (o menos) de intereses en un plazo similar.