¿Crédito o tarjeta de crédito?

La financiación personal se ha convertido, desde luego, en uno de los caballos de batalla de las economías domésticas que, en nuestro país, bien por cuestiones puntuales o bien porque (y desafortunadamente cada vez con más frecuencia) los ingresos no llegan a fin de mes, se ven necesitadas de pequeñas financiaciones.

Y en un momento francamente difícil para, precisamente, financiarse, una de las dudas básicas del usuario en esta tesituras es sobre si acudir a los límites de financiación de las tarjetas de crédito o por el contrario tratar de contratar algún producto crediticio.

Tarjetas de credito

Trataremos de manera rápida de acercarnos a los pros y contras de ambos modelos de financiación.

Tarjetas de crédito

No nos estamos refiriendo en este caso a la contratación de nuevas tarjetas de crédito, algo que también puede encuadrarse en este artículo, pero sí a exprimir los límites máximos de la tarjeta como posible fuente de refinanciación para los gastos extra de navidades, o, incluso, llegando más allá, a aumentar temporalmente dichos límites.

Como primer punto a favor de esta opción, obviamente, se encuentra el conocimiento del comportamiento del producto; se nos supone acostumbrados con nuestras tarjetas en mayor o menor medida, y por tanto, a conocer sus recursos; plazos de amortización, modelos de devolución, intereses, así como cuestiones importantes como los intereses por demora, o los gastos que puede generar un impago.

En general el crédito que una tarjeta media nos proporciona puede ser más manejable desde el punto de vista de control de gasto, ya que iremos disponiendo de él a medida que lo necesitemos, siempre y cuando se tome conciencia obviamente de los plazos de amortización y los citados gastos.

Créditos

La gran ventaja del crédito en este caso reside en sus propias características, una vez de solicitar ese importe que consideramos necesario para operar, poseeremos una visión clara de lo que  disponemos, de cuanto nos cuesta y de cómo tenemos que devolverlo, pudiendo probablemente en este caso aumentar los plazos de amortización de manera sensible con respecto a otras opciones como las tarjetas; además de en el caso de los créditos preconcedidos, poder también trabajar sobre lo que necesitamos disponer, y no sobre el total del crédito.

Obviamente se trata de productos que llevan un trámite de solicitud detrás, que presentan unos intereses generalmente más altos en proporción qué otras opciones, y, muy importante, suponen un punto de ruptura en el desarrollo de nuestras economías domésticas en forma de inyección en metálico, que posee en principio una incidencia mayor que una disponibilidad a crédito sobre una tarjeta.