¿Cómo funcionaban las tarjetas opacas de Caja Madrid

Tarjetas opacas, tarjetas black, tarjetas verguenza…no le están desde luego faltando denominaciones a las tarjetas de crédito que operaban en Caja Madrid al margen de la contabilidad oficial. Se trata sin ningún género de dudas de uno de esos grandes escándalos a los que tristemente nos hemos acostumbrado en los últimos años, en este caso no tanto por la cantidad (esos más de 15 millones de euros dilapidados que ya son sin duda una cantidad respetable) si no por lo que supone de palo duro a la ya quebrada confianza del consumidor en la banca y lo que alrededor de la banca se mueve y que se ve relanzado estos días por la citación de hasta 37 nuevos imputados.

El barniz del asunto ya lo hemos ido conociendo estos días; la existencia entre los consejeros y altos directivos de la entidad (y posteriormente de Bankia) de una tarjeta que podríamos calificar como mágica; sin el problema de límites, sin intereses, sin devolución de lo dispuesto, disponible para todo tipo de pagos e incluso para grandes retiradas de efectivo… todo ello sin devolver un euro como indicamos. La tarjeta perfecta, mejor incluso que la ideada por el ruso Dmitry Agarkov, por lo que parece salvo por dos cuestiones; primera porque se trataba a todas luces de una acción ilegal cometida de manera consciente por casi un centenar de consejeros de la entidad, y, segundo, porque efectivamente fue mal utilizada precisamente por quienes debieran garantizar la solvencia y honestidad de la entidad.

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¿Pero cómo es posible?

Se trataba de un modelo de tarjeta fuera del circuito comercial de la propia entidad, no figuraba los respaldos contables y su existencia se mantendría en secreto a excepción del aparato de dirección del banco. Esto derivó en un uso extendido que alcanza a prácticamente un centenar de altos directivos y consejeros de la entidad con un costo estimado superior a los 15 millones de euros entre 2003 y 2012, de lo extendido del uso de esta tarjeta entre la cúpula de la entidad se da fe cuando se conoce que Miguel Blesa y Rodrigo Rato la usaron a la par que también lo hacía el antiguo director financiero de entidad Ildefonso Sánchez Barcoj y consejeros provenientes de diferentes partidos e incluso sindicatos. En este caso y salvando las honorables excepciones de quienes poseyendo la tarjeta no la utilizaron jamás (aunque habría que ver cuánto de culpa de omisión también hay en esto) estamos ante un caso de corrupción totalmente transversal en el que lo único que amalgama a todos los corruptos es su cercanía con los órganos directivos de una entidad financiera.

Por lo demás el funcionamiento de esta auténtica contabilidad a crédito oculta era, por llamarlo de algún modo, chapucero. Para camuflar los cargos éstos se enviaban a cuentas utilizadas para «errores del servidor informático» que se destinan a los posibles desajustes técnicos que el funcionamiento cotidiano de la entidad podría llegar a producir, sin embargo, es el espacio en el que acabaron todos los cargos del uso de las tarjetas oro de los altos directivos (también en esto hay un poquito de clases ya que los miembros del Consejo de Administración se tenían que conformar con las tarjetas plata)

Las tarjetas en su totalidad fueron emitidas a nombre de la propia caja, justificadas como gastos del órgano de gobierno o como tratamiento administrativo para los altos cargos, simples denominaciones para otorgar camuflaje dentro de los propios asientos oficiales de la entidad.

El uso de estas tarjetas negras ha sido de lo más variopinto, que sepamos, sea destinado a las compras, los viajes, las comidas y cenas, e incluso, para la retirada de dinero en metálico. De hecho se están manejando cálculos que hablan de que prácticamente un tercio de lo dilapidado tiene que ver con disposiciones en metálico, estaríamos hablando de más de 5 millones de euros. A todo esto, debemos sumar el agravante (como si ya hubiera pocos) que incluso después del desplome del sistema bancario, incluso después del rescate a Bankia, al menos una veintena de los consejeros y directivos beneficiados con la tarjeta mágica siguieron haciendo uso de la tarjeta, entre ellos, Rodrigo Rato, a quien se le atribuye operaciones por importe cercano a los 100.000 euros, poco si comparamos con los más de 430.000 de Miguel Blesa.