Si retrocediéramos un poco en el tiempo, tan sólo ocho o diez años, nos encontraríamos con un panorama, por entonces imperante, en el que diera la sensación de una especie de barra libre de tarjetas que llevaba a los usuarios a poseer muchas más de las estrictamente necesarias.
Tras el estallido de la crisis y el cierre del grifo crediticio, el abuso del crédito en tarjetas empezó a pasar factura, de hecho, fue el primero multiplicar sus índices de morosidad exponencialmente. Hoy en día tenemos claro que un exceso de tarjetas no es una buena idea, como tampoco lo es una mala elección de las tarjetas de crédito.
Vamos por ello a detenernos en los principales puntos de interés que debiéramos analizar siempre antes de aceptar la contratación de tarjetas de credito, estos elementos son esenciales para determinar si estamos ante el producto que nos hace falta o, por el contrario, ante un producto que puede acabar no siendo de la utilidad que esperamos.
Estas son las mejores tarjetas para compras revisadas en este post
Para empezar hay que tener claro que no todas las tarjetas son iguales para todos los usuarios; esto quiere decir que hay usuarios que potencian más unos aspectos que otros y por tanto deben incidir más en los elementos que determinan esos aspectos que en los que no tienen tanta influencia. Esto es importante porque, efectivamente, dependiendo del modelo de tarjeta elegido las prestaciones son diferentes y aquí está una de las primeras equivocaciones habituales.
¿Como voy a utilizar la tarjeta?
Esta es la primera pregunta que debemos hacernos y el primer elemento que debemos tener siempre en cuenta; en definitiva se trata de definir cuál es el modelo de tarjeta que más nos conviene. No será lo mismo una tarjeta que solamente se utilizará para compras determinadas, que una tarjeta todo terreno, o, una tarjeta orientada al pago aplazado.
Hoy en día la variedad sigue siendo muy grande y por tanto siempre, en primer lugar, determinaremos este aspecto.
¿Tarjeta vinculada o no?
Esta es otra cuestión relevante, las tarjetas vinculadas suelen generalmente asociarse a otros productos como las cuentas nómina o similar. Evidentemente se trata de tarjetas que aportan ventajas desde el punto de vista de las comisiones e incluso de los gastos relativos al costo de mantenimiento, sin embargo, el hecho de mantenerse asociadas a otros productos no siempre es una buena idea. Si por ejemplo estamos contentos con el funcionamiento de nuestras cuentas de domiciliación de ingresos acceder a una vinculación exigida no es un motivo suficiente habitualmente para el cambio de tarjeta.
¿Cuales son sus costes?
Por supuesto otra cuestión relevante. La diferencia entre costes puede llegar a ser muy elevada, sin embargo, aquí conviene ser cautos. Tenemos la tendencia a revisar los costes inmediatos, es decir, lo que nos va a costar la contratación y el mantenimiento de las tarjetas, esto por supuesto está previsto por las entidades financieras, y, de hecho, uno de los ganchos principales de atracción comercial es la eliminación del coste de contratación y del coste de mantenimiento. Sin embargo, esta eliminación puede ser relativa; de hecho en muchas ocasiones hace referencia exclusivamente al primer año, y a partir del segundo año para mostrarse gratuita exige un grado de uso determinado. Es cierto que este nivel de uso exigido se ha reducido con los años, pero, está ahí y debe siempre ser tenido en cuenta como condicionante.
¿Qué seguros asociados aporta la tarjeta de crédito?
No es un factor menor. Pongamos un ejemplo; para un usuario que habitualmente realiza desplazamientos a menudo, las tarjetas de crédito con seguros de viaje de coberturas amplias asociados son más interesantes que para quien no se desplaza con la misma frecuencia. A veces tomamos el apartado de los seguros de las tarjetas como un elemento menor a la hora de la consideración de su contratación, sin embargo, efectivamente tienen una importancia elevada y deben ser tenidos en cuenta.
¿Cuántas tarjetas es recomendable tener?
Esta es una cuestión delicada en la que no todo el mundo se pone de acuerdo. Habrá quien diga que con una única tarjeta es suficiente, pero, en el otro extremo, hay quienes apuestan por la especialización de las tarjetas para aprovechar mejor sus características utilizándolas en el contexto adecuado para ello.
Un ejemplo de esto último sería la combinación de hasta tres tarjetas diferenciadas configuradas de la siguiente manera:
- Una tarjeta de crédito todo terreno: esta es la tarjeta que se utiliza para los casos de necesidad concreta de un pago no contemplado, o para una disposición en metálico forzada, en definitiva, para un uso múltiple, de hecho se podría considerar como la tarjeta reserva.
- Una tarjeta de crédito con descuentos: dependiendo del uso que le vayamos a dar las tarjetas con descuento pueden ser muy eficaces, en el mercado existen tarjetas que en un único producto aúnan descuentos en establecimientos comerciales, en repostaje de combustible y en otros tipo de consumo.
- Una tarjeta de crédito de pago aplazado: Se trata también de un producto complementario en el que, en sus mejores versiones, el aplazamiento de los pagos no comporta la aplicación de comisiones durante un periodo de tiempo (relativamente corto) mientras que sobrepasando ese periodo de tiempo aplicar determinadas tasas en función del plazo y la cantidad. Muy adecuada para las grandes compras en centros comerciales o, incluso, para compras que requieran de una financiación aplazada.