No hace tanto tiempo como para que se nos haya olvidado: en la época de bonanza económica previa a la crisis la contratación de productos financieros, y más concretamente la contratación de tarjetas de crédito, parecía no tener límite por usuario. Eran tiempos felices para el easy money, que, como todos sabemos, acabaron conduciendo a una morosidad desconocida en nuestro país hasta entonces.
Hoy en día, a fuerza de palos, sabemos que es necesario racionalizar no sólo el uso sino también la cantidad de tarjetas que poseemos, pero, ¿Cuantas tarjetas es recomendable tener? .
Como siempre que se trata de productos financieros, y más, en el caso de productos de uso constante con las tarjetas bancarias, está claro que no se puede realizar un único plan de uso para todos los perfiles de usuarios. De hecho, existen personas que manejan admirablemente bien la combinación de tarjetas, sacando el máximo provecho de cada una de ellas al menor costo posible; y es que esto sería la clave fundamental de nuestra relación con las tarjetas, aprovechar al máximo sus prestaciones con el mínimo gasto posible.
Elegir las tarjetas
No nos vamos a extender mucho en este apartado, está claro que a la hora de la elección de una tarjeta, sea cual sea la característica básica de la misma, cada usuario puede tener unas preferencias determinadas. Sin embargo, si diremos, que no debemos dejarnos tentar exclusivamente por las promociones o primeras impresiones derivadas del marketing. Muchas veces un anuncio de ausencia de comisiones, se puede traducir en simplemente una retirada de comisiones durante el primer año, o, en una aplicación de intereses más elevados de lo normal.
Conviene por tanto, como único consejo general y útil para todos, revisar muy bien las condiciones de las tarjetas que aceptamos, no contratarlas como parte de otras ofertas de producto, sino concederle la entidad como un producto en sí mismo que realmente deben tener.
¿Cuántas tarjetas son suficientes?
Este es otro de esos debates muy interesantes ya que nos lleva a una oposición creciente de usuarios al uso de las tarjetas; cada vez son más las personas que opinan que se puede vivir sin tarjetas de crédito, y, en consecuencia buscar otros modelos de pago y financiación, básicamente el uso de metálico y evitar los pagos financiados.
Para quienes sí aceptan el uso de las tarjetas y buscan racionalizar al máximo este, estas serían las tarjetas con las cuales se puede operar de manera suficiente:
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Esta sería una de las maneras más básicas de operar con tarjetas, en este caso la tarjeta de crédito se utiliza tanto para los pagos aplazados como para la posible financiación a corto, mientras que el débito se utiliza para los pagos cotidianos contra el disponible en cuenta y las tarjetas virtuales o prepago para los gastos a través de Internet o incluso, para controlar el gasto en determinados momentos, por ejemplo en vacaciones o, más concreto aún, cuando salimos a comprar en rebajas.
Lo anterior es de algún modo el modelo más básico de relación con las tarjetas por parte de los usuarios, habitualmente en todo caso se incrementa duplicando el número de tarjetas de crédito, y sin embargo esto no tiene por qué ser interesante. De hecho, a partir de tener una buena tarjeta de crédito, es más interesante buscar tarjetas con especializaciones a las que podamos sacar partido. Por ejemplo esta sería una configuración destinada a buscar esa combinación de productos dónde obtener un mayor rendimiento:
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En este caso vamos ya definiendo las funciones de cada producto; las tarjetas de débito y prepago siguen cumpliendo sus funciones, sin embargo, utilizar tarjetas de descuento y tarjetas de pago aplazado en combinación a una tarjeta de crédito nos da muchas más posibilidades; Las tarjetas con descuento nos van a permitir el pago de servicios o productos que sean relevantes para nuestra economía doméstica (por ejemplo el combustible) en mejores condiciones, probablemente con mejor propuesta de intereses y sobre todo con un descuento que la tarjeta de crédito es probable que no ofrezca, por otro lado, las tarjetas de pago aplazado ofrecen generalmente condiciones muy adecuadas para compras de cierto volumen, que no deseamos o no podemos hacer frente de manera inmediata pero que tampoco queremos que influyan en exceso en nuestra capacidad de crédito mensual, aunque ya no abundan tanto como antes existen ofertas muy buenas en este sentido con aplazamientos sin intereses hasta los seis meses, se trata de buscar un poco. En este modelo de uso realmente la tarjeta de crédito queda para cubrir la función de apoyo, es decir, para gastos no previstos de no excesivo importe a crédito, o, para necesidades extra de financiación a crédito, algo que por otro lado tampoco es excesivamente recomendable por la aplicación de intereses que deriva.
En general, la tendencia a acumular tarjetas de crédito diferenciadas Sin mayores funcionalidades y especializaciones no se considera desde luego óptima, no ya tan sólo por los costes sino por las posibilidades de conducir al usuario aún sobre el uso que acabe derivando en el sobre endeudamiento de la economía doméstica, en el que, estos productos suelen tener mucha responsabilidad.