Hoy en día, muchos bancos y emisores de tarjetas promocionan sus productos como «sin comisiones». Suena perfecto: una tarjeta que no te cobra ni por emitirla ni por mantenerla. Pero ¿realmente son gratuitas o hay algo más detrás?
El término «sin comisiones» suele referirse a la ausencia de costes anuales o cuotas de mantenimiento. Esto, sin duda, es un punto positivo si lo comparamos con otras tarjetas que pueden cobrar hasta 150 € al año. Sin embargo, aquí es donde entra la letra pequeña.
¿Qué pasa con las comisiones por retirar dinero en efectivo, operaciones en divisas extranjeras o pagos aplazados?
Por ejemplo, una tarjeta sin cuota anual puede cobrarte un 4% de comisión al sacar dinero en cajeros, o aplicar un 3% sobre el tipo de cambio en compras realizadas fuera de la zona euro. Estos costes no siempre están claros a primera vista, y si no prestas atención, podrías acabar pagando más de lo que esperabas.
Otro factor a tener en cuenta es el tipo de interés. Algunas tarjetas «gratuitas» ofrecen financiación a un coste mucho mayor que las tarjetas con cuota anual. Una TAE del 20% no es algo raro en este tipo de productos, lo que significa que cualquier compra aplazada podría convertirse en una deuda difícil de manejar.
Además, algunos emisores imponen condiciones para mantener la gratuidad. Es habitual encontrar tarjetas que solo están exentas de comisiones si realizas un gasto mínimo mensual o si tienes la nómina domiciliada en la entidad bancaria. De lo contrario, podrían empezar a aplicar cargos.
Entonces, ¿vale la pena? Si usas tu tarjeta únicamente para compras puntuales y pagas el saldo completo cada mes, una tarjeta sin comisiones puede ser una buena elección. Pero si necesitas financiación, puede que te interese más una tarjeta con mejores condiciones de pago, aunque implique una pequeña cuota anual.
Al final, lo más importante es entender cómo usas tu tarjeta de crédito y leer bien los términos y condiciones antes de decidirte por una.
