Las tarjetas de crédito son un producto financiero muy habitual y utilizado, sin embargo, tienen riesgos que deberíamos tener siempre en cuenta.
El uso de las tarjetas de crédito se ha normalizado de tal manera que hoy en día parece imposible pensar en una economía personal en la que no existan. De hecho, bien utilizadas, las tarjetas de crédito son un recurso interesante a tener en cuenta, pero, en el vértice contrario, mal utilizadas pueden suponer un verdadero problema.
Por la importancia que las tarjetas van a tener en nuestras finanzas personales a lo largo de toda nuestra vida, resulta interesante que conozcamos los diferentes riesgos derivados de su uso.
Estos riesgos son muchos y van desde los posibles fraudes que se pueden llegar a cometer con nuestras propias tarjetas hasta su pérdida o robo, pero, hay otros riesgos que dependen directamente de nuestra manera de utilizar la tarjeta. Vamos a detenernos en tres de estos riesgos.
La compra no meditada con las tarjetas de crédito
Está demostrado que nos cuesta mucho más gastar el dinero en metálico que utilizar la tarjeta para pagar. Esto tiene que ver con muchas cuestiones pero principalmente con que la visualización del dinero en metálico nos hace conceder más valor a la compra que una transacción en la que todo se hace de manera digital y no advertimos inmediatamente la merma en nuestro dinero.
Obviamente utilizar la tarjeta de crédito para comprar es cómodo, rápido y además en el caso de usar crédito pago aplazado, permite financiar las compras. Sin embargo, esto trae consigo uno de los peores riesgos del uso de las tarjetas, las compras no meditadas.
No hay peor enemigo de las finanzas personales y el ahorro que la compra y racional o compulsiva y la tarjeta de crédito es un gran aliado de este peligro. La mejora en las pasarelas de pago, en acceso a la compra inmediata a través de Internet sin moverte del asiento, son cuestiones que además han empeorado aún más este riesgo.
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Realmente no deberíamos utilizar la tarjeta de crédito más que para comprar o para aquellas cuestiones previamente meditadas incluidas dentro de nuestra lista de gastos o presupuesto. En cualquier caso, antes de hacer una compra, es muy importante meditar sobre su necesidad, su oportunidad y si realmente podemos permitirnos el pago aplazado a crédito o el pago inmediato.
Dejar pasar un tiempo entre el impulso de comprar y la decisión de la compra es un primer buen paso en este sentido. En cualquier caso siempre vas a depender de tu criterio y este, en la medida de lo posible, debería inclinarse por el ahorro en contra del consumo.
La vida a crédito
Lo anterior, un uso poco meditado de la tarjeta o uso inadecuado del crédito de la tarjeta, puede llevar como consecuencia inmediata a otro de los graves problemas las tarjetas de crédito: acabar viviendo tu economía personal a crédito.
Son muchas las personas que a fuerza de ir utilizando la tarjeta de manera sistemática y aumentando el nivel de deuda crediticia llegar a un punto en el que automáticamente sus ingresos mensuales se destinan en buena parte a pagar el consumo de tarjeta, volviendo activar el crédito y de nuevo volviendo a entrar en la misma rueda.
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Obviamente esto es un error garrafal y sin embargo uno de los más habituales y extendidos. Ir acumulando deuda en la tarjeta de crédito que al final tu vida financiera tenga que pasar necesariamente por la amortización constante y renovación de ese crédito, esto ya de manera inmediata supone unos costes mensuales elevadísimos ya que los intereses del uso de la tarjeta de crédito son muy altos, no digamos ya si además de realizar pagos realizamos disposiciones en metálico. Este sería el peor de los escenarios ya que sumaríamos a los intereses de la disposición a crédito los costes de la disposición en metálico. Una tarjeta de 1500 € de crédito utilizada de este modo puede suponer un gasto mensual inferior a los 40 €, y esto sin contar días aplazados de pago o periodos de demora. El cálculo del coste anual de vivir a crédito es realmente sencillo y devastador, los gastos son enormes y pueden trastocar cualquier tipo de economía.
La mejor recomendación es no entrar jamás en esta rueda de crédito, pero, si ya has entrado debes por encima del todo tratar de salir y amortizar esa deuda. La mejor manera de gestionar tu dinero es eliminar la deuda de la tarjeta de crédito.
Obviamente existen modos diferentes para tratar de eliminar esta deuda. El más recomendable sería ir reduciéndola de manera sistemática mes tras mes acomodando a tu economía lo mejor posible, sin embargo, esto va a traer consigo la necesidad de apretar mucho los gastos. Si no estás en disposición de apretar los gastos es casi preferible acudir a un préstamo personal que puede moverse en torno al 7% en cuanto a su devolución y eliminar lo antes posible la deuda de la tarjeta.
Sobreendeudamiento con la tarjeta de crédito
Este sería el tercer gran riesgo que corremos con las tarjetas de crédito, y también una extensión de los dos anteriores. El sobreendeudamiento se da cuando ha llegado un punto en el que no somos capaces de asumir la deuda que hemos generado y sin embargo vamos a necesitar seguir financiándonos y manteniendo nuestro nivel de gasto.
Esta es la peor pesadilla de las finanzas personales ya que genera una relación entre ingresos y gastos negativa que se acumula en forma de deuda, generalmente a crédito y que acaba casi siempre con graves problemas económicos, deudas no posibles de asumir y por tanto con el colapso de la economía doméstica.
El sobreendeudamiento nunca es inmediato o casi nunca lo es se trata de un problema progresivo que va minando poco a poco la economía personal. Generalmente se inicia con el paso anterior, es decir, se inicia por un abuso del crédito o de la financiación que luego no se puede responder de manera inmediata.
Salir del sobreendeudamiento es muy difícil sobre todo en economías medias ya que requiere la eliminación de la deuda y la estabilización de la relación entre gastos e ingresos. Probablemente estas alturas resulte complicado incluso obtener ya financiación a través de préstamos personales, pero, es mucho más interesante tratar de renegociar con la entidad financiera las deudas crediticias que lanzarse una espiral de aumento de crédito o de impagos.