La llegada del verano trae consigo uno de los puntos altos de gasto del año. No sólo se trata del gasto asociado directamente al viaje y la estancia en las vacaciones, también por la propia inercia de un periodo de ocio vacacional el gasto se dispara y hace que el usuario tenga que plantearse el uso de las tarjetas o incluso la solicitud de un crédito como herramientas de financiación.
No es ninguna novedad la solicitud de créditos para las vacaciones. De hecho anualmente aumenta esta demanda de pequeños créditos orientados a cubrir los gastos del periodo vacacional. De la misma manera el verano, junto a la Navidad, es el momento del año de mayor uso de tarjetas de crédito. Pero ¿cual es la opción más recomendable de entre estas dos? Vamos a repasar pros y contras de ambas orientadas a financiar el verano.
Tarjetas de crédito
No nos estamos refiriendo en este caso a la contratación de nuevas tarjetas de crédito, algo que también puede encuadrarse en este artículo, pero sí a exprimir los límites máximos de la tarjeta como posible fuente de refinanciación para los gastos extra de vacaciones, o, incluso, llegando más allá, a aumentar temporalmente dichos límites.
Como primer punto a favor de esta opción, obviamente, se encuentra el conocimiento del comportamiento del producto; se nos supone acostumbrados con nuestras tarjetas en mayor o menor medida, y por tanto, a conocer sus recursos; plazos de amortización, modelos de devolución, intereses, así como cuestiones importantes como los intereses por demora, o los gastos que puede generar un impago.
En general el crédito que una tarjeta media nos proporciona puede ser más manejable desde el punto de vista de control de gasto, ya que iremos disponiendo de él a medida que lo necesitemos, siempre y cuando se tome conciencia obviamente de los plazos de amortización y los citados gastos.
Créditos
La gran ventaja del crédito en este caso reside en sus propias características, una vez de solicitar ese importe que consideramos necesario para operar, poseeremos una visión clara de lo que disponemos, de cuanto nos cuesta y de cómo tenemos que devolverlo, pudiendo probablemente en este caso aumentar los plazos de amortización de manera sensible con respecto a otras opciones como las tarjetas; además de en el caso de los créditos preconcedidos, poder también trabajar sobre lo que necesitamos disponer, y no sobre el total del crédito.
Obviamente se trata de productos que llevan un trámite de solicitud detrás, que presentan unos intereses generalmente más altos en proporción qué otras opciones, y, muy importante, suponen un punto de ruptura en el desarrollo de nuestras economías domésticas en forma de inyección en metálico, que posee en principio una incidencia mayor que una disponibilidad a crédito sobre una tarjeta.
Lo que sea pero con cabeza
Como hemos podido comprobar cualquiera de las dos opciones puede resultar igual de válida pero, también, cualquiera de las dos opciones mal utilizada puede llevar a problemas severos de sobreendeudamiento que, esos sí, nos van a acompañar engrosando los intereses y aumentando nuestra deuda, hasta poder situar nuestra economía doméstica en ese peligroso status de sobreendeudamiento en el que debemos evitar por todos los medios caer.
Si vamos a necesitar realmente financiación para el verano, lo primero que debemos hacer es recapacitar mucho sobre el importe necesario, ajustarnos lo máximo a este importe y tener claro que el modelo de devolución del instrumento de financiación es adecuado para lo que vamos a solicitar. Aunque parezca no necesario, es conveniente recordar que muchas veces nos sentimos demasiado a los límites de financiación, es decir, apuramos el máximo tanto de lo que solicitamos como a la hora de calcular nuestras posibilidades de devolución una buena idea es siempre dejar un margen de holgura amplio entre la diferencia de lo que supone nuestra cuenta de gastos e ingresos con y sin la aplicación de una cuota de devolución, o la devolución asociada a una tarjeta
En cualquier caso, repetimos, la mejor recomendación siempre será utilizar con mucha cabeza el crédito o la disposición de la tarjeta a crédito, y, por supuesto, no excederse en los límites y plazos que está imponga para su devolución.
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